martes, 8 de diciembre de 2020

Víctimas de violencia sexual reconstruyen sus vidas en Congo

PHOTO: ACNUR / Olivia Acland
En mi afán por cerrar el año con una buena noticia, busqué, busqué y pensé "¡Por Dios, en algún rincón del Congo tiene que haber un rayo de esperanza!" y si, encontré algo que nos puede reconfortar al saber que un grupo de mujeres víctimas de esta guerra, está tratando de reconstruir sus vidas.

Se trata de al menos 300 mujeres, victimas de violencia sexual y de los desplazamientos a causa de la interminable guerra que vive Congo, que han sido acogidas en la provincia central de Kasai donde se lleva a cabo un proyecto de ACNUR, en el que durante seis meses se capacitan para la reinserción social.

La casa donde están queda en una calle tranquila, rodeada de plataneros en Kananga, donde algunas mujeres están ocupadas tallando bloques de jabón, otras están enseñando a hacer masas para pasteles, mientras que otro grupo está cosiendo vestidos en medio del silencio y una completa concentración. Los bebés recién nacidos duermen sobre mantas de punto al lado de sus madres. 

Una de las mujeres de la casa es Fidéle de 36 años, huérfana desde muy joven y analfabeta. Sufrió un ataque de violencia sexual cuando viajaba a Kananga con sus seis hijos, para visitar a su esposo en el hospital que resultó herido en un accidente minero. Cuando su marido se enteró de lo sucedido, la rechazó y la abandonó con todos sus hijos. Afortunadamente Fidéle, alcanzó a recibir atención médica por Médicos Sin Fronteras y luego fue remitida al centro de recuperación y reintegración Marie, Mère de l'Espoir en Kananga, que cuenta con el apoyo de ACNUR, la Agencia de las Naciones Unidas para los refugiados, de lo contrario estaría muerta.

Otra de las mujeres es Christine de 45 años y madre de nueve hijos. AL igual que las demás Christine ha sido victima de violencia sexual y una cicatriz en su cuello recuerda un pasado oscuro. Es la cicatriz de una herida profunda provocada por una bayoneta (un arma blanca muy afilada) con la que fue atacada cuando hombres armados la violaron durante los combates en la región de Nganza de Kananga: “No tuve nada en mi vida después de eso. No pude comer. Ahora al menos puedo ganar algo de dinero para ayudar a mis hijos”, dijo Christine con voz tranquila y decidida. Ahora Chistine comparte con las demás mujeres de la casa su habilidad para hornear pasteles.

En la cabina de fabricación de jabón se mezcla aceite, agua y lejía, que se vierte en dos cajas con compartimentos de madera antes de solidificarse y cortarse en pedazos. La piezas se venden entre 13 y 50 céntimos, según el formato, y por supuesto que es motivo de alegría por fin poder generar algún ingreso, pero sin duda las mayor satisfacción es reconstruir sus vidas y sentirse valoradas como seres humanos, porque saben que están contribuyendo al bienestar de la comunidad.

¡Ahora si, Feliz Navidad!